Espectadora…

Aquí estoy de nuevo, sentada en el banco de mi estación tranquilamente y sin prisas, sujetando un vaso de papel que dice contener café.

La riada de gente va cambiando de dirección junto con los trenes. Hoy el sonido de las voces y el ruido de maletas es más alto de lo normal, seguramente porque las vías les llevarán al mar o a unas felices vacaciones. A veces me gusta quedarme aquí e imaginar quién es quién en este ir y venir de personas y tratar de descubrir qué hacen o hacia dónde se dirigen, no es más que un juego pero hace la espera más llevadera.

Los minutos pasan despacio más allá de mi banco, y ahí estoy yo como única espectadora de la vida, observando y analizando detalles.

Un padre separado que no sabe qué dar para desayunar su pequeña hija, un grupo de chicas animadas por la promesa de unas vacaciones épicas, un señor acalorado en traje que no suelta su maletín, un grupo de adolescentes que gritan y cantan canciones de campamento, un matrimonio mayor agarrado de la mano que empuja una vieja maleta marrón…

Podría escribir líneas y líneas, pero lo que de verdad me parece interesante son todos los sueños y todos los proyectos que viajan de un lado a otro. El hombre del maletín seguramente esté preocupado por cumplir objetivos y ganar un ascenso para llevar más dinero a casa y vivir mejor. Las chicas quieren pasar un verano juntas porque después de la universidad las cosas cambian demasiado y cada una tomará una vía distinta que les separará para siempre. El padre separado quizá pretenda fortalecer el vínculo con una niña que apenas le conoce.

Entonces algo se me pasa por la cabeza, una idea tan aterradora como necesaria.

¿Y si nunca es suficiente?

Nunca te quieren lo suficiente, nunca ayudas lo suficiente, nunca asciendes lo suficiente, nunca tienes suficiente dinero, nunca te diviertes lo suficiente…

Quizá la vida trata de viajar de un lado a otro persiguiendo objetivos y metas esperando que una sea la definitiva. Alcanzar una última meta para sentirte satisfecho por los restos. Pero algo me dice que cuando creemos que hemos llegado a la última, la perspectiva nos hace ver que existen unas cuantas más. Nunca terminamos de luchar, nunca terminamos de sortear obstáculos y por tanto, nunca nos sentimos satisfechos. Sospecho que esta ambición es completamente necesaria, aunque sea triste admitirlo, para levantarse cada día y sacar las fuerzas para luchar. Si no existiera esta ambición quizá seguiríamos escribiendo con pluma en pergamino, o quizá fuera peor y siguiéramos viviendo en feudos.

Supongo que uno no puede acomodarse en la estación, y tampoco en el vagón ya que tienes que estar preparado para saltar al siguiente tren, y después al otro y al otro…

Se han escrito ríos de tinta sobre la frustración humana… y es que…

La vida es una continua insatisfacción. 

Vecinos…

Buenas madrugadas pasajeros:

Van pasando nuestros primeros días en la estación. Esta noche se me hizo tarde, salí a tomar algo  y pude disfrutar de un pequeño respiro del aire viciado y el movimiento de la gente.

Resulta curioso como a pesar de haber pasado estos anteriores días solo, me he enriquecido gracias a algunos de vuestros comentarios y blogs. Como podéis estar a miles de kilómetros, pero esta noche, que volví a reencontrarme con mis amigos después de sus vacaciones, a disfrutrar de una cerveza en este aplastante clima sureño; me vi hablando sobre adicciones ( I y II ), sobre la fortaleza, «El Principito» o las relaciones, influenciado severamente por mi lectura sobre experiencias ajenas, opiniones y vivencias que han sido plasmadas de manera honesta y sincera por personas que aun no conozco.

Llevo una larga temporada pensando que la única manera de sentirme completo es estando con alguien, en persona, en una relación, en una pareja, y ahora que vuelvo a estar en la soledad de mi estación me doy cuenta de que si bien el ser humano está condenado a ser social, puede aprender, reflexionar, y en cierto modo relacionarse de un millón de maneras diferentes. Incluida esta vía, tan de «petit comité», tan onanista la mayoría del tiempo, creada primordialmente para la auto reflexión y no para el feedback y las multitudes.

Solo es otra madrugada tórrida más, sigue estando la misma ventana abierta que no es cruzada ni por una brizna de aire, sigue siendo el mismo silencio roto tan solo por el paso inexorable y lento de los trenes o el sonido de algún coche en la calle, sigue siendo esta mi puñetera ciudad dormida del sur, donde nunca ocurre nada y nunca nada cambia. Pero sé que me puedo comunicar, que puedo romper una vez más el miedo a este absurdo recuadro blanco y sé que puedo leer lo que pensáis o lo que sentís, disfrutar de lo que os hicieron crear vuestras musas o compartir lo que os divierte o aflige.

Gracias por pasar a veces por esta estación, gracias por marcar vuestra huella en este rincón destartalado y solitario, y gracias sobretodo por poner una parada en vuestra puerta, para que pueda bajarme del tren haceros una visita de tanto en cuanto.

Prometo más inspiración mañana.

La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren. Francis de Croisset